Friday, January 23, 2015

RAMIRO II, 950



Ramiro, vuestra esbelta figura de piedra,
con elegante revuelo de capa,
no demuestra ser la de un rey feroz.
 
Pero dicen que os llamaron
El Grande, rey de León,
y vuestros enemigos El Diablo,
por vuestra ferocidad y energía.
 
Luchásteis, cuentan, enérgico, inflexible,
contra musulmanes;
con el auxilio del conde de Castilla,
Fernán González, derrotásteis
al califa omeya Abderramán III.
 
Incluso Aboyaia, rey sarraceno,
se sometió a vos,
entregandoos sus dominios.
 
Mas adelante,
el califa omeya concibió
acabar de una vez
 con el reino leonés
 reuniendo a más de cien mil hombres
alentados por la llamada a la yihad
- la misma que siglos y siglos después 
aun despiadadamente llama - 
encargándose la mezquita de Córdoba,
todos los días de entonces,
de entonar la oración de campaña,
anticipando el éxito por venir.
 
El califa cruzó el sistema central,
adentrándose en territorio leonés,
y nuestro Ramiro, tras reunir
coalición navarra, leonesa y aragonesa,
le aniquiló.
 
Abderramán III escapó semivivo,
dejando en manos de cristianos
un precioso ejemplar del Corán
venido de Oriente,
de aliosas guardas
y maravillosa encuadernación,
mas su increíble cota de malla,
tejida con hilos de oro,
que el sobresalto del evento
le impedió vestir.
 
Vuestra última aventura,
victoria contra musulmanes,
tuvo lugar en Talavera;
y a vuestros 53 años,
un cinco de enero,
creyéndoos cercano a la muerte,
en San Salvador,
en presencia de muchos,
os despojásteis las vestiduras
y vertísteis ceniza ritual
sobre vuestra cabeza,
uniéndo en un mismo acto,
la renuncia al trono
y la penitencia pública in extremis.
 
Ese mismo mes, fallecísteis.
 
Dicen los cronistas de vos,
que no sabíais descansar,
que vuestra vida
fue un incesante quehacer.
Temperamental de carácter,
profundamente religioso,
fuisteis.
y, segun vemos aquí,
en la otra cara del hombre,
un aparente semblante
de ser monarca de sí mismo.
 
 
 
 

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